domingo, 14 de octubre de 2012

Regalo de cumpleaños


 
-No, no es fácil después de todo…darse cuenta que el evitar algunas responsabilidades no hace que nos salvemos de otras aún peores. Tener que hacerse cargo de un bebé, y peor aún, de uno retrasado y todo a mis quince años…

El ciclo escolar comenzó de lo más normal, 2° año de secundaria, época loca de fiestas y desbarajustes por todos lados. Ya sabes, la típica historia de ir por el mundo sin detenerse a pensar lo que se hace, la peor de todas las decisiones.
Me llamo Alejandra, y en ese entonces planeaba una fiesta para celebrar mis 14 años; estaba llena de expectaciones como cualquier niña sin darme cuenta que en un instante todo cambia drásticamente.

Renata, mi mejor amiga, era popular entre los chicos de la escuela, todos querían con ella, y a decir verdad, claro que le tenía un poco de envidia, pero con el tiempo, ella me fue enseñando algunos trucos para atraer miradas y dejar de pasar inadvertida. Un día, a la hora de salida, estábamos sentadas afuera de la escuela cuando de repente un carro se paró frente a nosotras, nos pitó y de él salió un chico algo mayor, al parecer amigo de Renata quien se acercó para invitarnos a dar una vuelta. Yo no quería, pero era imposible rechazarlo, además, lo acompañaba un chico muy lindo y no pude decir que no. Así que nos dirigimos a un bar cercano; ahí, el otro chico, llamado Raúl, me invito una cerveza, al principio dudé un poco, pero después Renata me dijo era una “mojigata cualquiera” y que no merecía ser su amiga al ponerla en tal ridículo, de tal modo que no podía quedarme como una tonta diciendo que no tomaba, por eso acepté, quería ser tan popular como ella y si eso me acercaba un poco, por supuesto que lo haría.
Creo que llegué como a eso de las 10pm a casa, donde mi madre me esperaba furiosa y preocupada. Me gritó y me regañó por oler a cerveza, pero yo no podía escucharla, todo daba vueltas; estaba asustada y vomitando.

Después de ese día, me sentí culpable con mi madre, ella es la única persona que tengo, mi padre murió cuando yo tenía 4 años y no tenemos a ningún familiar cercano, así que somos solo ella y yo.
Prometí no volverlo a hacer. Sin embargo, en la escuela todo empezó a cambiar, Renata les contó a mis amigos lo que había pasado, y en lugar de sentirme avergonzada, me sentí orgullosa de mi hazaña; todos se mostraban interesados y comenzaron a prestarme más atención.

Se acercaba la fecha de mi cumpleaños, invité casi a media escuela, todos querían ir a mi fiesta, Renata decía que se debía a la popularidad que ella me había creado como una “chica grande” que toma con chicos mayores. También yo lo sabía, pero no quería darle más problemas a mi mamá, así que le pedí a mi amiga que no invitara a sus amigos mayores. “No te preocupes, tu fiesta será un éxito” me aseguró.

Llegó el día esperado, mi amiga llegó temprano me ayudó a adornar la casa para la fiesta. Ya en la tarde comenzaron a llegar algunos de nuestros compañeros, la fiesta comenzaba. Me sentía muy contenta, todos me abordaban para decirme “Feliz cumpleaños Ale” “¡Qué buena fiesta armaste!” y cosas por el estilo. Mi madre no se fue a acostar temprano, no se sentía del todo bien, así que la verdadera fiesta comenzó. Todo iba perfecto, hasta que los amigos de Renata llegaron y trajeron varias cajas de cerveza que pronto repartieron entre mis amigos. Cuando fui a reclamarle a mi amiga, ella me dijo que me tranquilizara, que nada saldría mal puesto que mi mamá estaba durmiendo y que todo estaría controlado. No hice nada, todos se animaron más y se notaban contentos.
Al principio me resultó complicado admitir eso, pero decidí que estaba bien, era divertido y me uní a la fiesta.

La verdad no recuerdo lo que pasaba a mi alrededor, las luces eran tenues, los sonidos irreconocibles, miradas perdidas y Raúl, el chico de la cerveza…un cuarto, él, yo, la mañana se colaba poco a poco por la ventana. Lo primero que pude distinguir fue el techo azul de mi cuarto, seguido del suelo en donde caí para luego levantarme e ir corriendo al baño a vomitar.
Cuando me reincorporé, vi a Raúl acostado en la cama, aún durmiendo, y entonces, todo comenzó a tomar sentido. ¡No era posible! Solo repetía en mi mente: “¡Por favor que no sea cierto, por favor que no sea cierto!

Ya te imaginarás lo que sucedió después, los gritos de mi mamá, las burlas en la escuela, los chismes en cada esquina… Y yo, tratando de sobrevivir a todo eso. Dos meses después todo empezaba a calmarse, hasta puede decirse que eso me hizo ser la más popular en la escuela, Renata ya no era la más importante después de esa fiesta.
Pero el gusto no me duraría mucho tiempo. Tiempo después comencé a presentar signos de fatiga, mareos, ascos, mi madre pensó que se trataba de algún malestar estomacal, de algo que me había caído mal, jamás pasó por nuestra mente lo que en verdad era: para mi desgracia, estaba embarazada.

Mi madre sigue enojada conmigo, aunque no me lo diga, puedo ver la decepción en su mirada, en su caminar, ya no es la misma de antes, tampoco yo. Nos cambió todo.
Dejé la escuela, me aparté de mis amigos, Renata no me habla más, mi mamá comenzó a trabajar turnos dobles para ayudar con los gastos que esto atrajo. A los cinco meses de embarazo tuve una complicación, tuve amenaza de aborto y estuve en cama hasta dar a luz. El médico me explicó que mi cuerpo aún no estaba preparado para ser madre, mi organismo no podía soportar otro ser porque apenas estaba saliendo de mi niñez, en una palabra, era una niña criando a otro niño.

A pesar de los riesgos de la cesárea, todo salió bien, ambas estábamos vivas, la niña y yo, sin embargo mi suerte iba de mal en peor…la niña nació con síndrome de Down.

Hoy cumplo 15 años, y en vez de tener una fiesta como cualquier otra chica, tengo una niña retrasada, que solo se la pasa llorando y pataleando. Mi mamá se ocupa de ella y me dice que por qué no la quiero, que es mi hija y tengo la obligación de hacerme cargo de ella…pero en realidad no la soporto, me da asco, la odio, me arruinó la vida, ha arruinado todo…

Un día de estos me iré, no se a dónde, no importa, sólo me iré.

miércoles, 3 de octubre de 2012

Equívoca translación



 
I

Nada mejor que unos chicharrines llenos de salsa con su limoncito y sal, o qué mejor que un frutsi congelado cuando el sol está calentando a la hora de la salida, no, no, no, mejor un raspado de limón con chamoy y chilito en polvo, ¡uy! con ese sí que soy la envidia del Paco. A lo mejor sería bueno que le invitara uno de esos, quizá así me hablaría, porque hace semanas que ni me pela, le hablo y le hablo y el con su cara tristona.
Últimamente todos andan así, no sé qué les habrá picado; mi mamá llora todo el día, mi papá ya no va a la casa y Paco, mi único amigo ya no sale a jugar conmigo, todo desde ese día en que me regañaron por el 3 en inglés, digo yo solo estaba jugando, pero mamá se lo creyó todo, tanto que cuando me vio ahí colgado, soltó el kilo de huevos que había ido a comprar y se puso como loca, los ojos casi se le salen del susto y sus gritos fueron los más horribles que le he escuchado, no debí espantarla de ese modo…desde ese día, ya no me acuerdo porque todos están así. ¡Cómo me choca el inglés! siempre dije que no servía para nada, ¿quién iba querer sacar 10 en un idioma que no se habla aquí? El inglés siempre será raro y enredado, como todo lo que pasa desde que dicen que me fui.

II

Eran las 6 de la mañana cuando doña Lupe se despertó asustada, se le había hecho tarde para empezar a arreglar la casa; poner el café para Luis, su esposo, la leche para Carlos, su hijo y el milagroso té de tila, para ella. Luego, cocinó unos insípidos huevos revueltos, unos frijoles salados y algunas tortillas quemadas, apenas comenzaba la jornada.
Una hora después ya estaba lanzando sus limpios gritos maternales para que el niño Carlos despejara su modorra, se sentara a la orilla de la cama y bostezara unas cinco veces antes de sacar un hilito de voz desganado con el típico: “¡ya voy!”

7:30 am y el chamaco no se ha vestido; la mamá susurra unas cuantas maldiciones al quemarse con el cerillo, intercesor de la estufa; se hace tarde y a nadie parece importarle.
Se sienta Luis a comer, pero como siempre, le encuentra algo malo a la comida de su mujer, especialmente esta mañana, que todo ha estado terrible, solo porque lo ha cocinado ella. No es de extrañarse que el plato salga volando y choque contra la pared, esparciendo una mancha negra y amarillenta en el muro, es solo una de las típicas rabietas del obrero con malos modales que doña Lupe conoció hace ya 20 años, no tuvo de otra, o quedarse con él o a vestir santos, y la verdad, peor es nada.

Baja Carlos y encuentra el fárrago cotidiano, no se inmuta, pasa de largo, mamá lo espera con su plato rebosante de un almuerzo agraz y él con su tedio a cuestas, levanta la cuchara y se zambulle presuroso porque se ha hecho tarde. Su madre lo despide con una palmada seca en la espalda, él desearía un beso o un abrazo, algo que demuestre cariño o amor, ausentes desde siempre.
Las cinco calles que separan a su casa de la primaria se hacen interminables, allá va el niño de 11 años corriendo con poco aliento, una zancada y otra más, al final, alcanza a entrar por la rendija de la puerta antes de que esta se cierre. ¡Qué día! Su madre que se ha quedado en casa comienza a planchar la ropa de los vecinos y después, a lavar otro tanto que le ha quedado pendiente, restriega y restriega, sube y baja, tiende y plancha, hasta que sus pulmones revienten, o sus manos se le caigan.

III

¡La maestra siempre tan aburrida, vieja y taruga! Se la pasa repitiendo lo mismo a cada rato, que la tabla de multiplicar, que los verbos, que las hormigas...¡qué flojera la escuela! ¿a quién se le habrá ocurrido tal tortura? Mejor me pongo a dibujarle bigotes a las fotos de los libros de historia, a ver las moscas que se quedan atoradas en las persianas, o mejor aún, me salgo del salón y me voy con el Paco a verle los calzones a las de sexto. ¡Eso sí que está chido!
Pero hoy no, hoy dan los resultados de los exámenes semestrales ¡íjoles! y el de Inglés, ¡no manches!, hoy si que no podré estar tranquilo, creo que salí mal; pero la neta, ¡qué flojera me da la escuela! Además, no tiene nada de bueno, aquí todos son groseros y burlones, los profes regañones y siempre que pasa algo me echan la culpa de todo. ¡Basuras!
¡Como pensé! de panzazo en mate, historia, naturales y cívica, 7 en español y geografía y el 3 en Inglés, y para colmo ¡ese me lo tienen que firmar! ¿Por qué serán tan mala onda los profes? ¿Y ahora? ¿Cómo le digo a mi mamá? No, me va a pegar como siempre, si ya van 3 que repruebo, ¡esta sí que no me la pasa, ya me lo había advertido! ¿Qué hago? ¿Qué hago? Le digo, me pega, me castiga y me regaña, no le digo y me va peor… ¡Chale! ¡Ahora sí ya me fregaron!

IV

1:50, hora de la salida; esta vez no hubo chicharrines, ni frutsis, ni raspados. Carlos no se despidió de Paco, su único amigo, ni se quedó embobado con Julia, la niña que le gustaba pero que jamás le hacía caso. Se fue caminando morosamente por las calles, cavilando en lo que sucedería en unos minutos. Quinientos setenta y cuatro pasos después ya estaba en su casa de tejas, pequeña pero limpia, su madre terminaba de doblar la ropa de la señora Rivas y se disponía a comenzar a hacer la comida, cuando encontró un rostro lívido y lleno de nerviosismo, no preguntó, de seguro no era nada. El niño, absorto, subió a su cuarto y prendió la tele, pensaba en cómo salir del problema, se olvidó del tiempo.
2:10, doña Lupe comienza a preparar sus famosos huevos ahogados, pero no se dio cuenta de la escasez de blanquillos; justo esta mañana desaparecieron, ya sale a la tienda, se entretiene con el chisme del vecindario y los minutos se escurren en un comadreo implacable.

V

¿Y si me hago el ausente por un rato? ¿si finjo no respirar por un rato? ¿y si me hago el dormido? Quizá así no sea tan fuerte la paliza y duro el castigo…Pero ¿cómo?
Escalera, corbata, cuello, escalera, corbata, cuello...¿cuánto a que el sustito sale chido?

VI

Ninguna nota, ninguna despedida, como quien se esconde sin esperar ser encontrado, así se fue Carlos.
Con la cara morada e hinchada, las venas del cuello exaltadas, los ojos abultados y la boca entreabierta, se escondió por un ratito eterno; los surcos de la corbata marcaban caminos que jamás serían transitados, la escalera testigo de corredizas y juegos, es ahora cómplice del sustito que le ha dado a su madre.
Fueron cinco minutos, solo cinco minutos…le salió rápido el chamaco para eso de las escapadas.

Los huevos esparcidos en el suelo acentúan la calamidad con su fétido hedor. Carlos está muerto, colgado, dormido. Su madre lo sabe, su padre ausente pronto lo hará, su amigo Paco lo notará.
Ojala él supiera lo que ha pasado, ojala supiera lo que está pasando. Solo fue un saltito, un atajo, una excusa, pensará, si es que lo muertos piensan.

¡Mendigo inglés!, tenía que llegar y enredar las cosas…