El circo de la escritura visita todos los días mentes que pasean por el monte de la distracción pasiva o del estudio sin descanso. ¡Estad atentos a su visita, podría ser que esté en su misma ciudad y ni siquiera se tome en cuenta tras las hazañas circenses más nobles para su deleite!
Una escritura podría cambiar el rumbo de algún desprevenido, refugiado en el frío invernal de letras que lejos de ser acogedoras para la razón, buscan nidos donde puedan empollar ideas de traición.
Esta escritura puede y a la vez, no ser, una actividad enriquecedora para el intelecto del individuo, pues todo aquello que sale de una pluma puede ser tan diverso, de interés público, interés reservado o específico.
Solo se escribe algo que ronda en la mente del humano, el que se deja atrapar por unas cuantas ideas, y es el deseo de que éstas sean conocidas, lo que lo impulsa a marcarlas en el lugar donde podrán muchos más tocarlas soñarlas, imaginarlas, pensarlas, saborearlas…con el simple hecho de escribir un par de trazos semiológicamente dirigidos.
Lejos de ser una tarea pesada y de escabroso acceso, sirve de entretenimiento a las manos que han conectado el cerebro y las ideas que de él surgen.
Se trata de maniobrar con la combinación de letras y signos, de hacer malabares con lo sentimientos que emergen al momento de ser compartidos, de hacer en el aire maniobras en las que las ideas conduzcan a otras que las tomaran de la mano para crear figuras mentales o incluso palpables, se trata de domar a aquellos grafemas que buscan rugir en lugares donde no corresponde, se trata de hacer reír composiciones para que sean dóciles con quienes leerán nuestros escritos y puedan entrar a ellos.
Desde los orígenes, nos ha interesado plasmar ideas de lo que a nuestro alrededor acontece, y es un efecto circense el que esto se realice en los estudios que el ser humano lleva a cabo a lo largo de su vida.
El arte de escribir no debe ser tomado a la ligera, es algo en lo que día a día se debe trabajar, tratando de descifrar los códigos en que se despertarán los sentimientos más fríos y cálidos, más oscuros y más puros, más comunes y más interesantes…
Si buscamos un motivo para enfrascarnos en la escritura de un buen texto (tal vez), es necesario acudir a un lugar de paz, un lugar sereno y talvez donde la mente se despeje un poco del letargo industrial.
Encontrar este espacio es un poco difícil, la naturaleza ha caminado lejos y nos ha mostrado un paisaje gris donde los suelos suelen ser duros y ya no hay más armonía en los sonidos del aire; la imaginación será nuestra fiel acompañante en un lugar cerrado, donde nos ayudará a crear los mundos más acogedores para cada uno de nosotros y nos dará la disposición de escribir.
¿Cómo saber si somos dignos de escribir tales cosas? … ¿Cómo saber si somos dignos de escribir, incluso?
La respuesta es sencilla: somos humanos, tratamos de engrandecernos con cualquier creación que realicemos, quien no se sienta digno de escribir lo que de sus entrañas suplica emerger, es porque ha sido llamado a ser una clase de individuo extraño en el cual las letras se cobijan y esconden en afán de no lastimar el rumbo de la existencia humana.
Pero si no somos de aquellos, entonces simplemente tendremos que dejar fluir lo que viene, después se le dará forma, luego se empacará en el dialecto correcto o quizá, intencionalmente incorrecto, finalmente, llegara de una o de otra forma a l consumidor final: usted y yo.
Juzgar al escritor, es tarea de todos, pues entre más calidad tenga…bueno en realidad no habrá mucho cambio, pero en realidad gustaría para un cambio social, por lo menos individual, así que tened cuidado queridos escritores cirqueros, que lo que escriben cambiará el rumbo de algunos para bien o para mal, condenará o salvará; gran responsabilidad en sus manos y letras.
Listo, el circo de la escritura estará completado. Tan solo falta decir que nunca se debe perder el sentido en la escritura, es ésta la que hace crecer al humano en esencia y también la que limita su capacidad humana.